El bloguero de la megablógolis

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jueves, 19 de julio de 2007

El cuento de nunca acabar

Una megalópolis crece y crece sin control, a no ser que establezca algún sistema de precios (no necesariamente monetarios). La expansión urbana va imponiendo costos a sus habitantes y estos terminan compensando una cosa por otra: a menudo los salarios y la oferta de bienes de las megalópolis son en promedio más altos que los de ciudades de menor tamaño y mejor calidad de vida, y entonces el costo que pagan es mayores tiempos de traslado, tráfico, inseguridad así como bienes más caros (vivienda, estacionamiento, agua, etc.).
A veces en las grandes megalópolis se van dando una serie de distorsiones, más aún cuando so pretexto de proteger a clases desfavorecidas, se impide que los servicios públicos se den a precios reales. Esto provoca el efecto inverso de lo que pretende. Compensando un supuesto abaratamiento de estos servicios (agua, transporte, basura, etc.), o éstos no se ofrecen a los demandantes más pobres, o se ofrecen en condiciones de precio superior, cantidad y calidad inferiores que a los ciudadanos más ricos, lo que perpetúa la inequidad.
En el esfuerzo de la megalópolis mexicana, la llamada Zona Metropolitana del Valle de México, por ayudar a los pobres, el transporte subsidiado llega sólo a una minoría de la población (2.5 de los casi 20 millones), y los más pobres terminan pagando un transporte ineficiente. El agua subsidiada llega eventualmente a todos, pero no siempre y no transparente, y se desecha sin mayor tratamiento que el que da la sedimentación de los compuestos orgánicos en un camino de decenas de kilómetros.
El predial de las colonias populares se actualiza a un ritmo menor que la inflación, para no afectar el poder adquisitivo de los que menos tienen, pero en realidad desecha la oportunidad de valorizar las propiedades y fomentar un mejor apalancamiento que capitalice a quienes menos tienen.
La solución única, si algo se quiere solucionar, es caminar a un esquema que mejore la calidad de vida de todos los habitantes de la ciudad y la situación económica de quienes menos tienen. Pensar las soluciones en términos de quienes ganan salario mínimo significa perpetuarles como ganadores de ese salario mínimo, es tener una visión limitada respecto al futuro de la ciudad. El salario mínimo crecerá a lo mucho un punto porcentual al año, en términos reales, durante los próximos 20 años, en los que ni siquiera podrá duplicarse. La base para mejorar el poder adquisitivo no podrá ser el incremento en el salario mínimo (ni en la indexación de los servicios al salario mínimo). Pensarlo así implicará ligar todos los incrementos a la inflación, y esto tampoco podrá potenciar la expansión de las finanzas públicas de la Megalópolis de México.
Independientemente de que la estrategia económica deberá centrar sus esfuerzos en que el salario más bajo que se pague en esta capital no sea el salario mínimo, sino uno que realmente satisfaga las necesidades mínimas de los asalariados, es tanto o más importante que el costo de la vida no esté sujeto a distorsiones, para que el agua esté disponible para todos; el transporte sea seguro, cómodo, rápido, eficiente; nadie pierda sus pertenencias por inundaciones; la infraestructura crezca por delante de las necesidades; existan barreras económicas de entrada que eviten la migración del campo a la ciudad, y por tanto la expansión sin límite; la superficie de áreas verdes por habitante crezca año con año; quienes contaminen compensen a la sociedad por los impactos totales de sus acciones (y por supuesto esto incluye a los consumidores cotidianos de la gasolina, por todas sus emisiones, sin omitir el Bióxido de Carbono, como hasta ahora) y la calidad de vida mejore de manera consistente.
Si no tomamos hoy las decisiones más difíciles, cada vez será más complicado que esta megalópolis tenga rumbo. Si estas decisiones se hubieran tomado hace 40 años, hace 30 años, hace 20, hace 10, siempre habría sido más fácil instrumentarlas que lo que hoy será.
Acabemos con este cuento de nunca acabar.
Roberto Remes Tello de Meneses

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