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lunes, 5 de noviembre de 2007

Música

Soy generación Timbiriche. Esto, más que el gusto por el grupo, en la niñez representaba algunos sueños. Había el concurso Juguemos a Cantar, del que salieron otros cantantes de la generación. En esa euforia, unos amigos y yo platicamos de la posiblidad de conformar un grupo. Yo era suficientemente creativo como para hacer las letras de las canciones, y las hice, pero las tiré conforme maduré, pero no sabía nada de música, como tampoco sabían mis amigos. Sin embargo, en medio de ese sueño empecé a tomar clases de guitarra ... ¡clásica! De la guitarra clásica me fui hacia el oboe y eso estudié en la Escuela Superior de Música de Bellas Artes.
Con los mínimos conocimientos de música que adquirí y la apreciación musical de la que me jacto, puedo decir que en México aplaudimos casi cualquier cosa. Siempre pongo como ejemplo Scherezada, una gran suite de Rimsky Korsakov. Acudí a escucharla a la Sala Nezahualcóyotl, con la Orquesta Filarmónica de la UNAM, y el violín "concertino" era Lorenzo Gonzalez de Gortari, quien murió en abril de este año. González de Gortari duró 28 años en el papel de concertino. No puedo juzgar el resto del trabajo, pero la interpretación de Scherezada -él hacía los solos del violín- fue desastroza. Completamente desafinado en los tonos agudos, recibió una ovación inmerecida.
En las escuelas públicas de música de la ciudad (Conservatorio Nacional de Música, Escuela Superior de Música, Escuela Nacional de Música y Escuela de Perfeccionamiento Ollin Yoliztli) se tienen frecuentemente conciertos de los alumnos. Algunos muestran gran calidad, otros no tanta. Yo particié en la orquesta de la Escuela Superior de Música y siendo una escuela pequeña había que conformarla con lo que hubiera ¡incluido yo!
He escuchado desafinadas en más de una de las orquestas que tocan regularmente en la ciudad (prefiero no decir cuáles, pues hace rato que no acudo a conciertos) y alguna vez escuché que cierta orquesta era como los Beatles ... hace rato que no tocan juntos.
El punto relevante que quiero tocar el día de hoy es que al igual que lo dicho con respecto al Teatro, ayer mismo, creo que debe haber música en todos los rincones. Cuando yo era niño escuchaba la XELA en AM y en FM, escuchaba Stereo Mil, así como Radio UNAM y Opus 94. Hoy día sólo hay música clásica en Radio UNAM FM, y eso a veces, y en Opus 94, y la radio hablada ha dominado. La radio satelital habrá de cambiar esto, quizá, pero lo que ocurrió con los canales de audio de sistemas como "Multiradio" primero, luego con SKY, DirecTV y Cablevisión, es que se disoció el sonido, de lo que representaba. Uno escuchaba la música sin saber quién la interpretaba, quién la compuso y de qué año era la grabación.
La música en todos los rincones significa recuperar la música clásica y tenerla en toda la ciudad, pero también significa que los conocimientos de esa música estén accesibles a los niños y jóvenes. A veces se olvida que los grandes solos de guitarra de rockeros y músicos de moda, se logran estudiando las mismas escalas que ensayan a diario los músicos de corte "clásico". El conocimiento musical debe ser accesible. Las preferencias sobre qué escuchar, esas son abiertas.
Tenemos una Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México y me pregunto cuántos capitalinos la han escuchado, y más aún, a cuántos compositores de esta ciudad ha interpretado. Seguramente a más de uno, pero es probable que haya habido años en los que nunca haya tocado a compositores de la Ciudad de México. Tal vez me equivoque pero la ciudad debe empujar a sus propios músicos (y podría decir lo mismo respecto a todas las artes) y debe hacer accesible el arte (folklórico, clásico, contemporáneo, popular, etc.).
Los conciertos que seguido hay en el zócalo son excelentes, pero esto no debe acabarse en un macroconcierto en el zócalo, sino de una cultura que penetre a las 16 delegaciones, y que invierta en la siguiente generación de músicos (y de bailarines, actores, pintores, escultores, etc.).

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