El bloguero de la megablógolis

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lunes, 28 de septiembre de 2009

Cuando observe, no maneje

En este blog platiqué en varias ocasiones sobre el disfrute que me implicaba dejar de vez en vez el automóvil y tomar el transporte público. Me convertía en un observador y disfrutaba los momentos urbanos. La ciudad es muy diversa y tiene mucho que disfrutar a pie. Cada nuevo servicio de transporte que ha salido en esta ciudad lo he ido a probar. De hecho, he estado en casi todas las estaciones del metro y he utilizado la inmensa mayoría, es decir, caminado en sus alrededores, ocupado su servicio para llegar a algún punto específico y no sólo para realizar mi turismo metropolitano, que es algo que verdaderamente disfruto.
Obvio, ya utilicé varias rutas de autobuses expreso; los nuevos autobuses de Reforma, las dos líneas del Metrobús, el tren suburbano (me falta conocer las dos nuevas estaciones), el tren ligero y los trolebuses del Corredor Cero Inversiones (oficialmente conocido como Cero Emisiones).
El robo de mi auto hace 40 días trastocó todo mi disfrute. No es lo mismo tomar el transporte público de manera ocasional, con la voz interior recordándome que tengo la capacidad de elegir entre transporte público y automóvil, que de pronto ser un esclavo del transporte público. Obvio, en la rutina prefiero mi habitáculo privado, con mi música fuerte ... y si se puede la potencia de un 6 cilindros y la soberbia de una camioneta de tres filas. La otra alternativa es que las costumbres particulares de esta ciudad me hagan vivirla por los cinco sentidos. No hay iPod que logre aislarme lo suficiente del mundo como para no escuchar la música del microbús o de las mochilas de los vendedores de mp3, no puedo dejar de respirar el olor a fritangas por cualquier rincón de la urbe o el humo del cigarro de uno que otro microbusero o taxista. Como el canto de las sirenas, los sabores de esta ciudad tientan no sólo para cualquiera de las tres comidas, sino entre ellas. Hace unos días me sentí manoseado por una decena de adolescentes que llegaron gritando y bromeando a un vagón apretado del metro.
¿Podría sobrevivir sin automóvil en esta ciudad? De poder, podría, pero conforme pasan los días me siento más hastiado de una situación que dentro de todo es privilegiada: el seguro pagará y si bien no me compraré un vehículo de la categoría del que traía, podré satisfacer tanto mis aventuras urbanas como las que me traslucen otros mundos.
Vivo, sin embargo, lejos de estaciones del metro, Metrobús o trenes. La parada del camión más cómodo está a casi 10 minutos de la casa y éste puede tardar hasta media hora en pasar. Mis destinos se hallan del otro lado de la ciudad. A mediados de 2011 viviré a tan solo 3 kilómetros de una estación del metro: una caminata sin banquetas que me tomará no menos de media hora.
Soy mucho más observador, negocios por los que pasaba a diario ahora tienen nombre y fachada; los rostros son muy distintos, me sensibilizo. En los últimos tiempos he estado participando con un grupo de amigos interesados en cambiar esta ciudad y cuando hayan madurado las cosas estaremos haciendo propuestas como grupo ... sin embargo nos hace mucha falta sensibilizarnos, empaparnos más, vivir la ciudad desde otros zapatos.

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