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jueves, 25 de febrero de 2010

El oriente del Distrito Federal

Por José Alberto Márquez Salazar

Es incesante el crecimiento de construcciones al oriente de la ciudad de México. Lo que antes tenía claras divisiones geográficas, las delegaciones del Distrito Federal y los municipios del estado de México, ahora es una extensión de poblaciones que crecen irregular y desordenadamente.
Gobiernos verdes, amarillos y azules han cruzado por los gobiernos municipales de Chimalhuacan, Chalco, Nezahualcoyótl, Los Reyes y los delegacionales de Iztapalapa, Venustiano Carranza y Gustavo A. madero, pero el crecimiento desordenado continúa. No es nada extraño comprobar que éstos se encuentran entre los primeros lugares de inseguridad.
El dicho afirma que árbol que crece torcido jamás su tronco endereza. Y así es en el caso de muchos asentamientos irregulares que desde su origen mantienen un proceso ilegal en el mismo seno de su desarrollo: ilegalidad en el uso de suelo, en construcción, en servicios urbanos, en comercio formal (?) e informal.
Ante el crecimiento de los asentamientos y de las poblaciones, las delegaciones políticas del Distrito Federal ven rebasadas sus capacidades y su posibilidad de estructurar o recomponer el tejido social. Bien se habla del tejido social creyendo cuando se requiere que las sociedades no pierdan el rumbo. En el caso de muchos asentamientos integrados a municipios y delegaciones el deterioro del tejido social inicia cuando se asientan en un territorio familias migrantes carentes de identidad. Imaginemos lo que se construye de identidad social territorial cuando en una misma colonia hay migrantes de Chiapas, Jalisco, Sinaloa, Guerrero, por ejemplo, y alrededor la legalidad no existe: terrenos irregulares, servicios públicos irregulares.
La inundación que vivió el oriente de la ciudad fue advertida por el presidente de la República en noviembre del 2007 y el periódico El Universal en su edición del 7 señaló que tres plantas de bombeo del Gran Canal del Desagüe presentaban retraso en su ejecución. Ese año, Tabasco sufrió una de las más complicadas inundaciones de su historia. Como respuesta a las declaraciones presidenciales, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal y el Director del Sistema de Aguas de la Ciudad de México afirmaron que: “Las posibilidades de que en la ciudad de México se presente una catástrofe hidráulica similar a la que se vive en Tabasco es baja, pero de presentarse los efectos serían mucho más graves”. (El Universal, 091107).
No fue raro que los hechos contradijeran los dichos de los gobernantes, sobre todo en un tema que desde hace décadas fue advertido y en el cual, lamentablemente, se perciben los resultados del conflicto entre gobierno de diferente partido político. El Arquitecto Jorge Legorreta describió bien, en La escasez de agua y la disputa municipal en 1922 (La Jornada, 101101), un ejercicio histórico sobre los problemas que existen cuando hay diferentes gobiernos responsables.
El Oriente de la Ciudad de México fue estigmatizado durante muchos años como una zona marginal ocupada por población afectada por los sismos de 1985 y por migrantes que vinieron a poblar la ciudad. El oriente era el rincón oscuro y temeroso donde se cocinaban los destinos negros del Distrito Federal. Mucho tiempo pasó y las ciudades y colonias cambiaron radicalmente, pero persisten muchos problemas al no cesar su crecimiento. Quienes tienen una identidad mayor de 20 años con la región ahora ve cruzar y habitar a otros migrantes carentes de identidad.
La inundación del oriente evidencio nuestra incapacidad para enfrentar contingencias de esa magnitud. Pese a que casi pasó un año de que el gobierno del Distrito Federal y diversas instituciones educativas elaboraron el Atlas de Riesgo de la Ciudad de México, los ciudadanos desconocemos su contenido. No hay quienes piensen mal y afirmen que se trata de ocultar riesgos graves para no alarmar a la gente. Aquí como en otros temas, es fundamental que sepamos cuáles son las zonas de riesgo y cuáles las medidas qué debemos implementar. Las escuelas de educación primaria, media y superior tienen que conocer estos riesgos e impartir instrucción a los escolares. Es curioso que mientras educamos a los niños y jóvenes sobre materias sin utilidad no incluyamos un manual de sobrevivencia para la ciudad (los niños de hoy, sea de la condición social que sea, deben aprender a usar las líneas del servicio de transporte, la forma en que está estructurada la red vial, las formas de comunicación de la urbe, etcétera).
El oriente es una región que crece y trae en sí misma su peligro. La inundación reciente volvió a plantearnos que su desarrollo social y cultural continúa sin darse. Los pobladores de Chalco y de otros municipios o delegaciones mantienen muchas de las condiciones de insalubridad y marginación. Muchos de ellos son propietarios, pero el costo es alto y la cultura del paternalismo sigue andando.
Entre el poniente del estado de México y el oriente existe una diferencia enorme y la vieja idea de dividir a éste en dos entidades parece quedar en el olvido. El Oriente fue botín político de muchos, lo sigue siendo, por esa razón la identidad, su desarrollo y las seguridades de sus habitantes no tienen mucho futuro.
Los proyectos metropolitanos deben considerar un programa amplio de desarrollo para la zona oriente. Si, importa el transporte, la electrificación, el agua, el drenaje, pero también importa el desarrollo social. Juárez no inició ayer, sus condiciones fueron creándose ante la indiferencia de todos. ¿Quién duda sobre las condiciones ilegales que prevalecen en el Hoyo, de Iztapalapa? ¿Es normal que la delincuencia en Iztapalapa se incremente y las ventas de los narcomenudistas vayan a la alza? El oriente debe alertarnos para prevenir el futuro.

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