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jueves, 4 de marzo de 2010

Lo necesario, la protección ciudadana

Por José Alberto Márquez Salazar

El ruido de la modernidad elevó el culto de la personalidad a niveles que nos impiden ver lo esencial. Al principio, los zapatos fueron indispensables para cubrir los pies de las inclemencias del tiempo y de los factores riesgosos de la superficie terrestre; el vestido cubría nuestro cuerpo para el clima. Luego llegó la moda, llegaron los cambios y lo que era lógico es obsoleto. Un pantalón de mezclilla con algunas partes descocidas alcanza precios elevados mientras que uno normal es económico.

El Estado-Nación que sirvió para brindar seguridad para todos y formalizar el contrato social ahora se ve rebasado y con graves problemas para cumplir su tarea esencial. Los actores políticos utilizan la soberanía depositada en ellos para muchas cosas excepto para cumplir con la representación.

En este año, la venganza de la naturaleza hace mella en muchas regiones del planeta. Recién un grupo de amigos platicábamos sobre los cambios climáticos y la conversación derivó en las horas que gastan en su automóvil en asuntos menores. Por su cabeza no pasó la relación entre gasto de energía y cambios climáticos. Ingenuamente les recordé una teoría de la física que desde hace veinte años me inquieta, el de la entropía donde hay fenómenos de desorden no reversible. Una ley señala que la energía no se crea ni se destruye sólo se transforma, pero si se desperdicia y no se recupera también se convierte en entropía, es decir en un desorden creciente e irreversible.

Todos los días en México se genera constante movimiento sin percibir si éste producirá de verdad un resultado que transforme y no simplemente un gasto de energía. Un caso claro y evidente es la cantidad de datos que se vierten sobre lo político y los principales actores de lo político. Discusiones van y vienen en torno al secretario de Gobernación sobre su supuesto acuerdo con el PRI y su renuncia al PAN. Muchos quilos de papel se gastaron, muchos minutos en radio y televisión y mucho espacio en foros de la web. ¿Nos interesaba saber si tuvo o no pacto, si renunció o no al PAN por una supuesta traición? ¿No son todos estos dimes y diretes elementos para que todo se mueva y nada pase? Lo que nos interesa del secretario de Gobernación es que cumpla con su tarea, generar la gobernabilidad del país, resolver problemas y no darlos.

Para quienes hemos laborado en alguno de los congresos locales o el federal no resulta sorprendente ver la cantidad de movimiento que hay: asesores viene y van, diputados se mueven y hablan por teléfono móvil, discuten, gritan. En realidad, ¿toda su energía se enfoca a resolver los problemas de la nación, su constante actividad refleja el sentir de los electores?

A partir de las tragedias naturales en diversos puntos del planeta, el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, sobre todo luego de las inundaciones en la zona oriente de la ciudad, afirmó que implementaría sistema de protección civil. Discursos van y vienen y acciones se impulsan para que los habitantes de la capital estemos preparados. Resulta curioso que no conozcamos cuáles son los riesgos que verdaderamente podemos enfrentar.

Desde el 2007, el gobierno de la Ciudad informó sobre la realización del Atlas de Riesgos de la Ciudad de México. De acuerdo con las notas publicadas, los trabajos comprendían tres etapas que finalizarían en el año de 2008. Amén de realizar los mapas respectivos e instalar la infraestructura que nos permita hacer frente a siniestros, el documento sería publicado en internet. Si tratamos de indagar sobre él, hasta ahora no estaba disponible en la página de la Dirección de Protección Civil del Distrito Federal y aún cuando en el 2009 algunos diputados de la ALDF, luego de la aparición de grietas en la delegación Álvaro Obregón, criticaron que el Atlas no las consideraba, los ciudadanos en general continúan sin conocerlo.

Desconozco si existe realmente un atlas de riesgos del Distrito Federal y cuál sea su actualización, pero parece sumamente indispensable que el gobierno de la Ciudad lo dé a conocer, sean cuales sean sus datos y los posibles riesgos plasmados. La Ley de Transparencia y Acceso a la Información Pública del Distrito Federal garantiza que “Toda la información generada, administrada o en posesión de los Entes Públicos se considera un bien de dominio público, accesible a cualquier persona en los términos y condiciones que establece esta Ley y demás normatividad aplicable”. La información no solamente es indispensable para saber nuestros riegos, es necesaria para que los ciudadanos convoquen a sus legisladores y a los entes públicos a fortalecer el Fondo de Protección Civil que tenemos.

Los ciudadanos en la ciudad de México, y en todo el país, estaríamos de acuerdo en conocer cuáles son los riesgos que tenemos, cómo podemos protegernos y cuáles son las medidas que implementaremos para salvar la situación, si es que ella se presenta.

Los ciudadanos podemos dejar de lado temas, como la reforma política o perder de vista la cultura o las transformaciones de los partidos políticos, lo que no podemos es dejar de lado nuestra protección, nuestra seguridad frente a la naturaleza avasalladora.

Ya hemos vivido tragedias que nos deberían replantear la cultura de la protección civil. ¿Cuáles son las zonas seguras que hay en la ciudad? ¿Son las inundaciones o los sismos nuestros principales enemigos?

Hace una semana comenté sobre la necesidad que hay de enseñar a los niños y jóvenes, extiendo la idea para todos en general, sobre la sobrevivencia en la ciudad. Debemos alertarlos sobre la importancia de tener un botiquín médico, reservas alimenticias no perecederas, agua de reserva, pilas para lámparas, cerillas, etcétera.

Seguramente ese cultivo de la personalidad nos hace perder tiempo en discusiones triviales, pero hay temas donde no se debe perder la pista. Luego de las tragedias culpables habrá por todas partes, pero seremos más culpables nosotros, los ciudadanos, sino vamos construyendo nuestra protección familiar y comunitaria. Esa también debe ser parte de la agenda de la Megablogolis.

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