El bloguero de la megablógolis

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lunes, 31 de mayo de 2010

El futuro del Centro Histórico

Un poco con la imprudencia que me caracteriza, el jueves hice unas declaraciones a un periódico que las llevó hasta su encabezado. En ellas hablaba contra el tranvía del Centro Histórico de una manera más fuerte que de costumbre y acusaba a una empresa, Cal y Mayor, de haber incurrido en corrupción técnica para manipular las estimaciones de demanda que sustentan el tranvía. Di a conocer cifras que conozco que estiman mucho más baja la demanda del tranvía de los 70 mil presumidos por el gobierno, y hablé de un proyecto de un autobús entre Buenavista y San Lázaro. No ahondaré más en el tema, pero sí en la reflexión: ¿Qué hacer con el Centro Histórico?
El Centro de la Ciudad de México es quizá la zona mejor atendida por el metro. 4 líneas del metro dan servicio directo (1, 2, 3 y 8), y otras 2 atienden sus alrededores (4 y B), además de un buen corredor de trolebuses. Sin embargo, subsisten algunas rutas de microbús, y ciertamente hay una demanda no atendida para recorridos cortos en el corredor del tranvía. El mayor problema de movilidad que yo veo en el centro es la escuadra que se forma por Tlalpan y la México - Tacuba. Miles de automovilistas llegan al Centro Histórico de manera innecesaria para luego moverse hacia el poniente. Algunos atraviesan el Zócalo y toman Tacuba y la México - Tacuba, otros se van por el corredor Reforma y otros toman calles secundarias. De cualquier manera, no tendrían por qué llegar al centro, pero no existe otra forma de desahogar Tlalpan.
No me desagrada la idea de un túnel que desalojara Tlalpan sin que los vehículos atravesaran el Centro, sin embargo, una obra de estas características me resultaría demasiado costosa si no conlleva la peatonalización completa del Centro Histórico. Es decir, que sólo tengan acceso al Centro vehículos de servicio en determinados horarios, o eventualmente taxis en determinadas calles.
El problema del Centro Histórico, sin embargo, no acaba allí sino en las colonias y barrios aledaños: Merced, Morelos, Tepito, Lagunilla y Doctores. No basta con mejorar un perímetro acotadísimo con fines turísticos. En realidad hay que rescatar toda la zona incluso para blindar lo que se realice en el Centro Histórico.
Hay un comercio muy intenso en la Lagunilla, Tepito y la Merced, pero los ambulantes han colmado varias calles en las que los peatones no pueden caminar libremente y el patrimonio monumental queda escondido entre lonas y puestos.
Lograr la peatonalización implica que al menos el perímetro de Eje Central, Eje 1 Norte, Eje 1 Oriente y Eje 1 Sur (Izazaga) quede libre de automóviles, si no al 100%, sí que se peatonalicen la mayoría de las calles.
Lograr la peatonalización supone la existencia de un transporte interno del Centro Histórico, por un lado, y por otro programas gubernamentales ambiciosos que lleven a fortalecer la oferta comercial del centro. Que no se vendan sólo los productos baratos, sino también aquellos que hoy día están vendiéndose en centros comerciales del poniente de la ciudad. También tiene que eliminarse la oferta de estacionamiento al interior del centro y fortalecerse la calidad de este servicio justo en los límites del perímetro mencionado.
La peatonalización ampliaría el turismo y la oferta turística, y generaría los recurso para rescatar edificios históricos.
Hay que recuperar el respeto a la imagen urbana. Cada día se ha relajado más la imagen del centro, se han vuelto permisivas las prohibiciones a grandes letreros. Ya pocos mandan a hacer sus anuncios en tipografía y colores coloniales. Todavía hay ambulantaje en la modalidad de "toreros", es decir, aquellos que se escapan a la autoridad y se instalan temporalmente en las banquetas. Hay que combatirlos con nuevos métodos que aseguren la superación del problema para siempre y no negociaciones clientelares como hoy día en donde no está asegurada la liberación del Centro para la próxima administración.
Se han dado pasos en el sentido correcto, con la peatonalización de Regina, Topacio y Madero, pero aún todo es demasiado frágil. Hay que asegurar que sea permanente.

domingo, 30 de mayo de 2010

Las ventajas de desmontar una autopista elevada

jueves, 27 de mayo de 2010

CIUDADANOS PARTICIPATIVOS

Un gobierno eficiente se traduciría en ver poco a nuestro gobernante: haría su trabajo, todo sería eficiente y nadie tendría que reclamar y tampoco que agradecer porque este percibe un salario por sus labores. Todos haciendo su parte: pagando impuestos, votando por la mejor opción, delegando las responsabilidades y comprometiéndonos a respetar las leyes y cuidar la infraestructura.

Hace unos días, en las calles del Centro Histórico aparecieron volantes –pegados en el mobiliario urbano- donde se convocaba a una “Asamblea Vecinal”. La reunión que empezó media hora más tarde “porque el delegado estaba en otras asambleas”, no fue una esto sino un informe de lo que éste se proponía hacer, de los programas de desarrollo social que nos ofrecían y de lo que había hecho durante los siete meses de gobierno. ¡Ah!, también nos presentó a su equipo de trabajo y puso especial énfasis en el titular de desarrollo social.

Una asamblea no solamente implica información sino análisis, debate y toma de decisiones. En la reunión con el delegado nadie más habló o preguntó. Previo al inicio de la “asamblea” gente de la coordinación de participación ciudadana de la delegación se encargó de tomar datos y formular un breve cuestionario donde se incluía la pregunta sobre si uno ¿participaría o no en las próximas elecciones vecinales?

El delegado se extendió un poco más en su “informe” y realizó críticas a programas federales, a la falta de empleo, a la crisis económica y a la forma en que ellos, el gobierno delegacional, contribuían para atenuar los problemas derivados de la crisis. La mayoría de los programas de los que se habló eran asistencialistas, ninguno partía de la idea básica de “ayúdate que yo te ayudaré”, simple y sencillamente era dar beneficios a la gente que los necesitaba. Además, el delegado nunca informó si ellos habían generado empleos o nuevos proyectos productivos o programas para promover la economía. El conjunto de la gente que acudió a la “asamblea” eran beneficiarios de los programas sociales y por tanto parecía más era una especie de obligación asistir a la reunión.

¿Qué diferencia hay entre una convocatoria abierta donde se analiza, discute y decide y una reunión donde solamente se informa? ¿El proceso de ciudadanización en nuestra ciudad, si eso es lo que queremos, tiene sentido sobre la base de los programas asistencialistas, clientelares y corporativos?

Entre la ciudadanía profunda y lo que vi hay un abismo enorme. De esa forma no se construyen ciudadanos responsables sino conjuntos de personas dispuestos a recibir todo lo que el gobierno les da sin formalizar el círculo del tejido social. Las actividades ciudadanas de las delegaciones políticas en el Distrito Federal dependen en mucho de los programas asistencialistas y de la dependencia que de estos, mediana o altamente, tiene la gente.

Si bien es cierto la política de “reconstrucción del tejido social” que está haciendo el gobierno del Distrito Federal va en el sentido de fortalecer las redes clientelares, también es cierto que lo hacen porque la vista de los titulares de las demarcaciones también es muy corta y porque ni ellos ni la Asamblea Legislativa han promovido las modificaciones normativas que permitan a éstos órganos promover un desarrollo económico y social más adecuado. Así, las delegaciones dependen del gobierno central y del federal para poder asirse de ahí para construir el desarrollo.

Las delegaciones, al ser el órgano de gobierno más local, micro, deben tener facultades para promover el empleo, para formar e impulsar proyectos de inversión y productivos y para involucrar a los ciudadanos en el desarrollo regional. Hacerlo no es sencillo, pero no veo otra forma para que el Distrito Federal pueda disipar y disminuir las asimetrías regionales a las que se encuentra.

Si la gente, sobre todo la de escasos recursos, no dependiera tanto de lo que hace el gobierno delegacional con sus programas asistencialistas, para la salud, el deporte, la recreación y el abasto, y se avocara a encontrar y fortalecer los proyectos de desarrollo regional, la ciudadanización sería diferente. Creo que los gobiernos deben atender las asimetrías económicas, pero sobre todo deben procurar prevenirlas a través de mecanismos institucionales donde la gente participe activamente.

En la asamblea vecinal no analizamos nada, no expusimos ante el delegado propuestas o por lo menos quejas, no se decidió nada, fue solamente el discursos del delegado el que permeó la reunión. Seguramente su interés no fue en realidad informarnos sino reactivar a los grupos clientelares que serán utilizados para ganar las elecciones vecinales. Por eso es que entonces no entendí ese tipo de reunión que distan mucho de promover nuestra participación y crear una ciudadanía profunda.

lunes, 24 de mayo de 2010

El fin de la genialidad

Algunos solemos llamar al gobernador de Jalisco como el góber piadoso ... esto a partir de la burla que suscitó el canto del asqueroso Kamel Nacif hacia el gobernador de Puebla ... qué pasó mi góber precioso. El problema del gobernador Emilio González no es sin embargo su generosidad, incluso, podría no ser ni siquiera el uso de los recursos públicos ... el problema de fondo es la genialidad y la improvisación. Su generosidad es consecuencia de que cada gobernante tiene libertad para apoyar temas en los que ellos simpatizan o en los que creen que obtendrán el apoyo mayoritario de la población.

Como propuesta, en muchas ocasiones he comulgado con la idea de un tranvía o una red de tranvías; con puentes vehiculares o con obras mayores como la propuesta que he defendido aquí en varias ocasiones de enterrar el Viaducto como avenida y crear un parque lineal en su superficie.

El gran problema es que todos los gobernantes en turno suelen irse por la genialidad. Es decir, tienen una idea de cómo se resolverá determinado problema y siguen adelante. Esto no tendría mayor problema si todo tuviera un fundamento técnico, pero la realidad es que no lo tiene.

Pongamos el caso del tranvía. Yo he visto modelaciones que aseguran que su demanda en un corredor Buenavista - Zócalo, es de entre 8 y 10 mil pasajeros al día. El proyecto se está desarrollando para 80 mil pasajeros diarios. Puede ser que se incrementen con otras acciones pero es difícil que una demanda pronosticada se multiplique por 10. En realidad los proyectos se modelan conforme a su capacidad en la hora de mayor demanda: y es difícil pensar que se tendrán 5 mil pasajeros en la hora de mayor demanda por lo que no sólo veremos vacíos los trenes, sino que además el subsidio a este medio será elevadísimo, el más alto de la ciudad, beneficiando no a los más pobres, sino a la clase media. La demanda más fuerte desde la terminal del Tren Suburbano es hacia la zona de Polanco ... pero se prefirío hacer el tranvía hacia el Zócalo. Existe también una modelación en la que en un circuito bidireccional de autobuses entre Buenavista y San Lázaro, eliminando todas las rutas de microbús que hoy atienden al Centro Histórico y sustituyéndolos por este sistema, con calles peatonales y otras características, se alcanzaría una demanda de entre 40 y 45 mil usuarios al día.

El tranvía es una genialidad del Jefe de Gobierno. El segundo piso es otra genialidad. Mientras estaban planeadas 3 rutas de Metrobús sobre Periférico (las 5a, 5b y 5c), el Jefe de Gobierno se inclinó por la genialidad de promover un segundo piso de cuota. Estoy convencido de que cualquier autopista urbana, elevada, superficial o subterránea, ya tiene que ser construida con este esquema y con participación privada. No obstante, no hay un plan de largo plazo de autopistas urbanas. O sea, fue otra genialidad. Lo peor es que hizo a un lado una obra con más beneficiarios, como el Metrobús, que terminaría además castigando al automóvil (si se hace en los carriles centrales se tendría una velocidad de 30 km/h en promedio, contra 20 de Insurgentes). Pero claro, construir el Metrobús habría implicado lidiar con los automovilistas y el segundo piso es un regalote a ellos.

¿Cómo evitar estas genialidades? En realidad en todos los temas hay conocedores que van desarrollando la agenda de cada tema, pero también existe una labor importante de planeación en la que se plasman estos proyectos en el marco de una estrategia. En el caso del transporte y la vialidad, cada sexenio se emite el Programa Integral de Transporte y Vialidad ... paradójicamente publicado hace a penas unas semanas y en el que ya incluyeron algún apoyo a los segundos pisos.

A nivel federal la planeación es una obligación constitucional, y en buena medida los planes ya tienen un comportamiento menos susceptible de genialidades. Hoy día no se construye una carretera porque al Presidente de la República se le ocurrió o porque la prometió en un acto de campaña sino que en términos generales se sabe qué carreteras hacen falta y así se va asignando el presupuesto. Cada proyecto requiere una evaluación social. El segundo piso gratuito de Periférico difícilmente la tuvo, el del tranvía si la tiene es amañada (el despacho Cal y Mayor es el que simuló los 80 mil usuarios al día así que de no cumplirse esta demanda ya sabremos quién se corrompió y dijo lo que la autoridad quería).

Uno de los elementos más importantes en el tema de transporte es la integración modal. Es más, por eso se habla de un Programa Integral de Transporte Público, porque se debe ver a cada uno de los medios como una pieza que se ensambla en el rompecabezas, y no como hoy ocurre, que cada medio funciona independiente de los demás. Si no se da una integración modal al menos en los medios que opera el GDF es porque seguimos sometidos a la genialidad del gobernante, en vez de una agenda temática.

En los próximos años una de las labores más importantes de la Asamblea Legislativa será obligar a la Jefatura de Gobierno a seguir planes de largo plazo y poner candados a las genialidades. Aunque no haya presupuesto público, como en el segundo piso que se construirá sobre Periférico y la salida a Cuernavaca, de cualquier manera una genialidad siempre sale más cara que seguir un proceso adecuado y democrático de planeación.

No digo que las obras se hagan sólo cuando se alcance un consenso social, sino que se realicen con la discusión pública y siguiendo estrategias de largo plazo de solución a los problemas y nunca más por la genialidad del gobernante en turno.

viernes, 21 de mayo de 2010

Las sorpresas que ofrece el metro

jueves, 20 de mayo de 2010

Diego, una pieza en el cambio

Por José Alberto Márquez Salazar

El de 1994 fue un año de transformación para el sistema político mexicano: el movimiento guerrillero del EZLN públicamente manifestó su rebelión contra el Estado, Luis Donaldo Colosio fue asesinado dramáticamente en Lomas Taurinas y Diego Fernández de Cevallos, en el Partido Acción Nacional, inició una campaña política rumbo a la presidencia de la República modificando el perfil histórico de los candidatos.

Si en 1988 la aparición de Cuauhtémoc Cárdenas con el Frente Democrático Nacional renovó la visión política de México, en el de 94 Diego fue el candidato que destrabó el adormecimiento de la política. Ante la pregunta sobre un consejo a los jóvenes, Diego afirmó: “Qué no se transformen de jóvenes promesas a viejos pendejos”. Así, con ingenio y búsqueda de sabiduría Diego renovaba formas y lenguajes. “y si todos estamos de acuerdo en que el cambio es urgente, debemos de coincidir que no queremos cambiar, doctor Zedillo, para que todo quede igual. Ni tampoco señor Cárdenas para que volvamos a un pasado que no debe regresar”. Fue duro en el debate con Cuauhtémoc Cárdenas y Ernesto Zedillo, irónico con éste: “…sabemos que usted ha sido un buen chico con altas calificaciones pero en democracia creemos que sinceramente no aprueba.”

Un día de julio de ese 1994, durante el cierre de campaña del Partido Acción Nacional, “El Jefe Diego”, rodeado por decenas, cientos, miles de seguidores caminaba por la calle de Madero. Una mujer adulta lo detuvo y le entregó un rosario “para que no se fuera a rajar. La multitud como olas empujaba y removía a todos. En un instante, observador de la historia, quedé cerca de Gonzalo Ling Altamirano, de Felipe Calderón, de otros grupos de funcionarios y militantes del PAN que no conocía de vista (a estos dos los conocía sólo de vista y en alguna ocasión los había saludado luego de alguna conferencia). La marea nos junto y alguien de ellos le dijo a la gente de alrededor que se tomaran de los brazos. Se trataba de hacer un círculo para proteger al candidato. Así lo hicimos. La entrada al Zócalo fue casi levitando porque la marea nos arrastraba y los pies perdían el sentido del suelo. Inútil resistir los empujones, quedé varado casi al tocar la Plaza. Diego siguió andando hasta el templete. Como en plaza de toros, llegó acompañado de música de fiesta. De pronto, lo muchacho bravucón, retador, pugilista de la palabra, litigante de la política se modifica y atenúa el discursos radical. El discurso se vuelve aburrido de tan serio, tan responsable, pero no deja de levantar la fuerza que ya Carlos Castillo Peraza había puesto en la Plaza.

Un mes antes de la elección Diego había desaparecido casi de los medios. Muchos acusaban un error de estrategia, otros la venta al mejor postor. Los ciudadanos fueron a las urnas. Necesitábamos cambiar algo en México. Diego traía la posibilidad. Creíamos, muchos, que él movería al sistema como antes lo hizo Cuauhtémoc Cárdenas. Diego peleó, pero quedó segundo. Quienes ven “complots” en todo afirmaron la venta de la elección. Zedillo coronó la campaña de Salinas y del aparato gubernamental, de los caciques estatales, esos que –con otras caras- ahora vuelven a controlar la elección rumbo al 2012, esos que no han cambiado las estrategias y las formas de generara su propia democracia.

Diego no aparece. Los medios de comunicación, desatendiendo la prudencia y solventando la venta –las reglas de su mercado-, han configurado una red de especulaciones donde nada parece preciso y el enmarañado nos nubla el entendimiento. Oportunistas como siempre, ya traducen a los ciudadanos la situación que tenemos: “si eso le pasó a Diego que es un hombre poderosos, qué nos pasara a nosotros”. Una lógica sin sentido.
Diego Fernández de Cevallos no es un héroe, no es bueno o malo, no es demócrata o autoritario. Es, eso sí, una figura pública que transformó nuestra visión de la política. Quienes fuimos tentados por esa idea de “hacer política”, aprendimos cosas elementales de él sin siquiera conocerlo personalmente: manejar las palabras, aprenderlas, los mensajes deben ser claros, hay que tener valor para la política, México puede cambiar y no es necesario radicalizarse para transformar.

Diego puede ser calificado, inclusive, como amigo del diablo, capaz de pactar con éste y engañarlo. Sí, quizá tiene muchas cuentas pendientes, pero en lo político no quedó a deber mucho. La transición fue más tersa cuando el condujo parte del camino. Si les cae bien o no es otro asunto. Interesa el político.

Muchos medios de comunicación erran en su alegato para confundir difusión de la violencia con libertad de comunicación. La revista Proceso presenta en su portada a los policías abatidos por el narco, sus rostros deformados por los impactos de las balas están expuestos a los ojos de todos los lectores, incluyendo a los de sus familias. ¿Será posible que nuestra “libertad de prensa” tenga a bien mostrar a los deudos los cuerpos de quienes fueron su familia?

Un día, en Colombia, muchos creyeron que la guerra contra el narco estaba perdida, había que negociar. No tenía sentido seguir luchando. México parece andar sobre ese camino: creer que la lucha está perdida.

Un día también, Antanas Mokus planteó en Bogotá la posibilidad de que desde los ciudadanos las cosas cambiaran. Hoy, Mokus puede llegar a gobernar Colombia. Sí, la violencia sigue, el narco continua, pero su disminución es cada vez mayor. La gente ha aprendido muchas cosas para alejar de su vida ese flagelo. Hoy, los narcos no son ídolos, motivo de canciones sino rechazo público.

En México, nuestros medios de comunicación se atreven a cuestionar el encarcelamiento de una “pobre joven” que alcoholizada acabo con la vida de un hombre. El viejo y “radical” rockero mexicano, promotor de cementos resistol, acusa que el único delito de su hija es haberse apellidado Lora. Pero hay más, la música grupera difunde sin cesar canciones donde la exaltación de los capos y de su vida es motivo de orgullo y de ejemplo.

No, del otro lado, en el México que se resiste a morir, hay miles de ciudadanos que hartos de la situación, entendiendo que lo mejor es poner manos a la obra, van decidiendo qué hacer para cambiar el sistema. Dormida en sus laureles, la clase política, por incapacidad y ceguera, no entiende el movimiento social y pacifico que se acerca. Una revolución de terciopelo fuera del siglo XX, una revolución de terciopelo que va a demostrar algo de lo que Diego Fernández dijo en ese debate de 1994: “...tenemos país, tenemos pueblo, lo que necesitamos es un buen gobierno”. Un gobierno cerca de los ciudadanos.

lunes, 17 de mayo de 2010

Estacionamiento en oficinas


Generalmente he trabajado en lugares que me ofrecen estacionamiento. Generalmente llegaba en auto a mi trabajo, aunque procuraba de vez en cuando llegar en transporte público. Cuando trabajé en Profepa, sin embargo, nunca llegué en transporte público. Era un tanto complicado, aunque había un autobús de la dependencia que salía de una estación del metro. Pero yo tenía dos autos a mi disposición, uno propio y el otro del trabajo (estrictamente en calidad de prestación y no de vehículo de servicio). He trabajado en Pemex por más de 7 años en tres épocas, trabajé en el Instituto Electoral del DF, en TVAzteca, en Semarnat, etc. Siempre con lugar de estacionamiento. ¿Qué habría hecho si no me hubieran dado lugar? La respuesta no la sé. Siempre he estado ligado al transporte público, pero he tenido épocas de mucha mayor dependencia con el automóvil, a diferencia de este momento de mi vida en el que he renunciado al auto para la mayor parte de mis viajes, el no tener lugar de estacionamiento (no lo tengo) no implica un deterioro de mi calidad de vida.
En algunos lugares se ha planteado y ya opera, la política de bonos por no utilizar el estacionamiento de la empresa. Es decir, que una empresa da a sus empleados un bono por no utilizar el estacionamiento, y el origen del bono puede ser alguna política fiscal que incentive a las empresas a reducir el uso del automóvil.
En México se tienen requerimientos estrictos para que los negocios cuenten con cajones de estacionamiento. Esto aplica a giros de impacto, como los restaurantes, pero sobre todo a las oficinas. Esta política surgió de manera natural ante la saturación de los lugares en la calle. Como los usos comerciales copaban los lugares en la calle, la exigencia de cajones de estacionamiento parecía una gran solución. En realidad fuimos acumulando errores.
El primer error fue no cobrar por el estacionamiento en la vía pública, y el segundo error fue que en vez de establecer un cobro tardíamente se optó por exigir el lugar de estacionamiento en los nuevos edificios. Como esta política la hemos vivido por más de dos décadas el resultado ha sido desastroso: los negocios "exitosos" se han ido hacia los centros comerciales y la gente camina menos, las banquetas son cada vez menos importantes y las vialidades crecen su importancia en la vida de los negocios ... y para colmo los lugares de estacionamiento siguen siendo insuficientes.
Creo que debemos no sólo tarificar el estacionamiento en vía pública como ya he señalado en otros artículos, al menos en las zonas más congestionadas, sino además comenzar a desincentivar el uso de los estacionamientos en las oficinas, probablemente con el mismo esquema que mencioné: la empresas obtienen un beneficio fiscal cuando a su vez dan un bono a sus empleados por no usar el estacionamiento. El resultado es el siguiente: los emplados buscan nuevas formas de llegar al trabajo (compartir el automóvil, usar transporte público, trabajar desde sus casas, caminar, etc.).
No son más espacios de estacionamiento los que necesitamos, sino espacios que cuesten, o que tengan un beneficio por no usarse. Y el día de mañana podríamos pensar en otros usos para esos lugares: jardín donde se pueda, sitios para el reciclaje de residuos, macetas, bodegas, etc. El tema es que no se requieran.

martes, 11 de mayo de 2010

No más estacionamiento gratuito

Les dejo una interesante conferencia de Donald Shoups en Yale sobre los espacios de estacionamiento. Dura casi 28 minutos.

lunes, 10 de mayo de 2010

Taxis


La Ciudad de México es la ciudad con más taxis en el mundo. La proporción supera cualquier relación. No es difícil conocer a un taxista, tener un amigo taxista, un vecino taxista o incluso un familiar taxista. Sólo en el Distrito Federal hay más de 130 mil taxis, algo así como un taxi por cada 70 habitantes. Esto significa que los viajes de 70 personas deben pagar el ingreso de un taxista ... o más, pues hay taxis que son manejados por más de una persona.

Los ciclos de renovación de los taxis son cada 10 años. Esto significa que sólo en el Distrito Federal se renuevan en promedio 13 mil taxis al año. Los viejos vochos han comenzado a desaparecer y pronto ya no habrá ningún taxi en Volkswagen Sedán. Los vehículos eran inseguros para su función y qué bueno que fueron desplazados.

Ahora podemos ver todo tipo de vehículos sirviendo como taxis: desde los tradicionales Tsurus hasta sedanes más atractivos como Jetta o vehículos subcompactos como Atos y Matiz. ¿Sabemos qué tipo de vehículos se requieren para el servicio de alquiler?

Hacia el futuro veo dos grandes tendencias:

1. La estratificación del servicio de taxis sería muy necesaria si queremos que algunos automovilistas dejen su coche. Se requiere por tanto la generalización de un servicio de lujo y un servicio medio, ambos obvio más caros que el servicio regular pero también con taxímetro y otras condiciones que comentaremos más adelante.

2. El diseño de un taxi común en el que participen todas las armadoras del país y aprovechen con un diseño nacional (exportable) una venta de al menos 13 mil unidades al año. Cantidad nada despreciable. Es decir, un vehículo que haya sido diseñado para taxi y que sea obligatorio para el servicio básico de taxi.

La segunda propuesta es un tanto más difícil que concretar que la primera, para la cual bastaría con adaptaciones a la regulación que establecieran diferentes modalidades para el servicio, con sus respectivas tarifas.

Para establecer un modelo de taxi con diseño apropiado habría que propiciar el acuerdo de las armadoras nacionales para el diseño del vehículo, con el mayor nivel de integración nacional, y eventualmente con particularidades que permitan generar un ambiente de competencia al momento de la venta del mismo.

Los pasos a seguir serían los siguientes:

1. Acuerdo de las armadoras para el diseño de un vehículo conjunto

2. Determinación por especialistas de los elementos que debe contener un taxi cómodo, seguro, de bajo consumo de combustible, de fácil acceso y salida, con identidad, con materiales de calidad y duraderos, etc.

3. Determinación, a partir de tales características, las ventajas competitivas de cada marca para lograr la mejor calidad con los precios más bajos.

4. Determinación de los elementos específicos que pudieran considerarse en cada vehículo para generar condiciones de competencia al momento de la venta.

5. Determinación de estándares del servicio postventa que permita que las armadoras participantes se beneficien del mismo, y permita que también el mantenimiento de los taxis sea uniforme.

La autoridad del DF debe procurar este acuerdo entre las armadoras, así como los mecanismos que hagan obligatorio, o en su defecto incentiven a que todos los taxis tengan este diseño.

Londres hace tiempo que recurrió a un diseño específico para sus taxis. Esto ha hecho que un taxi pueda no sólo contar con los elementos necesarios para el servicio, sino que pueda además ser identificado desde lejos. Estamos acostumbrados, lamentablemente a un mal servicio de taxis: éstos pueden fallar, ocupan luces de menor intensidad o distinto color para hacerse identificar, la inseguridad se ha reducido pero subsiste, la calidad del vehículo puede variar enormemente.

Adicionalmente requerimos reemplazar el servicio de "ruleteo" por un servicio de fácil localización sin que incremente el precio.

En Polanco y otras zonas de la ciudad se han establecido barreras que limitan el uso de servicios de sitio: los sitios cobran tarifas mínimas de 40 pesos por ejemplo, o cobran por destino y no por taxímetro, lo que en todo caso debería estar fuertemente sancionado. El resultado es que los servicios de sitio tendrían que ser obligatorios, y existir servicios telefónicos y o por internet, con alternativas de geolocalización que hagan más sencillo el servicio, den certidumbre en la calidad y el precio, y desincentiven el uso del vehículo particular. El "ruleteo" deberá desaparecer por completo.

Si la gente deja más veces el auto en casa, habrá viajes que haga caminando, habrá otros que haga en transporte colectivo y habrá otros que haga en taxi, además de que se reduce el tiempo de búsqueda de estacionamiento y se abre la posibilidad de no llevar el vehículo al punto de mayor congestionamiento sino bajar del taxi en una calle cercana y caminar un poco.

Hace un rato vi un taxi en un vehículo Kangoo de Renault. Este tipo de vehículos (incluyendo su equivalente Partner de Peugeot, que me parece no se fabrican en México) podría ofrecer mayor funcionalidad para el servicio de alquiler, pero insisto en que las armadoras con planta en México deberían llegar a un arreglo para la fabricación de un auto adhoc al servicio prestado.

jueves, 6 de mayo de 2010

Perder la noción del servicio público

Por José Alberto Márquez Salazar

Hubo un tiempo en que los niños querían ser policías, bomberos, secretarias, profesores, médicos; querían servir a la gente, ayudarles, contribuir con una mejor vida. Un servidor público era un orgullo para las personas, la familia y la misma comunidad. Hoy, una generación o dos o tres de políticos han llevado al traste la imagen del servicios público.

Suena contra el sentido común que los servidores públicos, luego de percibir un salario y los beneficios de las instituciones, se publiciten en los medios de comunicación y pretendan que los ciudadanos les aplaudan. Un ejemplo nos permite observar lo dicho: durante la transmisión de un partido profesional de fútbol, en el minuto setenta, faltando veinte para el final, el cronista (?) observó que había que agradecer a los jugadores que seguían corriendo y peleando el balón. ¡Los tipos son profesionales y reciben un salario mensual que una persona común no alcanzaría en décadas! Así, también escuchamos que a un cantante debemos agradecerle por sus diez años de trayectoria. Por supuesto que nadie pide agradecimientos para quien recoge la basura diario o corta los jardines de los parques, porque son “personajes menores”.

¿Debemos agradecerle a Enrique Peña Nieto que acuda a ver la situación de una población luego de las lluvias e inundaciones? ¿Qué le tenemos que festejar a Marcelo Ebrard por “instalar playas artificiales”? ¿Hay que levantar monumentos a Fernando Gómez Mont por respetar acuerdos en lo oscurito con otros partidos políticos?

El servicio público es un trabajo honorable que tiene como objetivo servir a los ciudadanos y a las instituciones. Al ser una relación contractual donde los servidores públicos perciben un salario, entonces la obligación se vuelve triple: por el deber público, por el respeto a las leyes y por el salario percibido.

¡No a la publicidad gubernamental –de todos los niveles- donde nuestros servidores públicos se publiciten! Esa debería ser la consigna para ir cambiando la imagen de ese servicio público. Porqué afirmo esto. Primero por lo antes expuesto y segundo porque el servidor público que aparece “informando” sobre los logros de su gobierno no lo hizo gratis, no lo hizo con su dinero y no lo hizo solamente él. Toda obra pública que se realiza tiene como base los recursos que los contribuyentes aportaron y tienen que ser ejercidos con eficiencia y eficacia en las acciones que sirvan a la comunidad, y todo esto es una responsabilidad y obligación que tienen los servidores públicos.

La “politización” de nuestra vida generó un caos donde nuestra deficiencia para entender conceptos y responsabilidades hace que la “clase política” (no veo otra forma de nombrarla aunque no se les vea mucha clase, Gaetano Mosca tiene la culpa) invada muchos otros segmentos que no son de su naturaleza institucional. Hay legisladores que no reforman o crean nuevas leyes, pero sí quieren intervenir en la modificación de los programas gubernamentales; hay legislativos, por ejemplo en el Distrito Federal, donde se inventan o aplican las ocurrencias personales creando una suerte de maraña normativa. Tenemos leyes de los derechos de las niños y los niños, de las y de los jóvenes, de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Distrito Federal, de los Derechos de las personas adultas mayores en el Distrito Federal, para las Personas con Discapacidad del Distrito Federal, etcétera. Es decir, diría Fukuyama: “La razón de que haya una inflación constante en el ámbito de los derechos es, precisamente, que todo el mundo desea elevar la prioridad relativa de ciertos intereses por encima de otros. Y con ello no quiero decir que la defensa de esos “derechos” sea adecuada o no. Lo que afirmo es que se garantizan derechos, por lo menos en el Distrito Federal de manera vertical y horizontal, por género, por condición social, económica y hasta política.

Resulta jocoso encontrar estás abrumadoras muestras de desconocimiento técnico legislativo: en el DF tenemos una ley para Prevenir la Violencia en los Espectáculos Deportivos en el Distrito Federal, como si los artículos o garantías expuestos no pudieran haberse incluido en la ley para la Celebración de Espectáculos Públicos. Hay más, tenemos leyes como estás: que establece el derecho a contar con una Beca para los Jóvenes residentes en el Distrito Federal, que estudien en los planteles de Educación Media Superior y Superior del Gobierno del Distrito Federal; que Establece el Derecho a Recibir un Apoyo Alimentario a las Madres Solas de Escasos Recursos Residentes en el Distrito Federal; que Establece el derecho a un Paquete de Útiles Escolares por Ciclo Escolar a todos los Alumnos Residentes en el Distrito Federal, inscritos en Escuelas Públicas del Distrito Federal, en los Niveles de Preescolar, Primaria y Secundaria. ¿No sería mejor que en la ley derechos de los niños y las niñas y en la de las jóvenes y los jóvenes se hubieran incluido éstas últimas?

La publicidad se ha convertido en el eje que limita la libertad y el ejercicio público. Por una parte, nuestros medios de comunicación, tanto los electrónicos como los impresos, depende de las ventas del producto para poder adquirir publicidad y sobrevivir y para ello no importa si lo que se dice es información o propaganda; por otra parte; los “servidores públicos” al carecer de una limitada y menguada legitimidad frente a los ciudadanos y electores tienen que “publicitar” sus “logros”. El servicio público nos e convierte en una carrera para la función pública, sino en una competencia de aceptación para mantener el puesto y escalar más posiciones.

La misma discusión “feminista” cae en estos excesivos riesgos. De acuerdo con algunas promotoras, es necesario que haya una equidad en los puestos públicos y en los cargos de elección popular: el cincuenta-cincuenta dicen. En la fórmula queda fuera la cuestión sobre la capacidad de quienes sean los servidores públicos. Si la burocracia es la organización eficiente (Weber, dixit), en México nuestra burocracia ya no lo será –desconozco si alguna vez lo ha sido-, nuestra burocracia será la equidad eficiente.

El problema no es quienes son o de dónde viene nuestros servidores públicos, si son más hombres o mujeres, si son homosexuales o no. La pregunta es ¿están preparados para el servicios públicos, lo han entendido o solamente quieren ocupar el puesto porque tiene ventajas económicas y políticas? El servicio público no es un espacio para ganar en el rankin político de popularidad. El servicio público es algo que tendremos que ir entendiendo lentamente.

Si nuestros jardines públicos están abandonados, si el canal del desagüe no ha recibido mantenimiento, si el transporte público avanza y retrocede, una buena parte de la culpa la tienen las encuestas y las oficinas de imagen que dominan la cabeza nuestros gobernantes. Por cierto, yo me voy a tomar unas fotos…para el facebook.

marquezdoyle@yahoo.com.mx

lunes, 3 de mayo de 2010

Mi honda es la de Mockus

Hoy es cuando debemos gritar más duro para no seguir por el camino de justificar cualquier acción para obtener resultados rápidos. Si no lo hacemos, en unos años vamos a lamentarlo. Antanas Mockus.




Este mes, Colombia jugará una de las cartas más importantes en su consolidación democrática. La elección del 30 de mayo podría llevar al poder a un político completamente distinto de los que han gobernado este país que ha superado su etapa más dura de violencia, mediante un pragmatismo exacerbado por parte del gobierno de Álvaro Uribe, que con base en la Razón de Estado lo mismo invadió territorio Ecuatoriano para masacrar a parte de la cúpula de las FARC que utilizó los emblemas de la Cruz Roja para rescatar a Ingrid Betancourt, dejando a este organismo en una situación muy vulnerable. ¿Hasta cuándo puede un país anteponer la máxima del pragmatismo de que el fin justifica los medios, sin llegar al punto de partida en donde los medios violentos se vuelven un fin en sí mismo? diré la pregunta de otra forma ¿Colombia ya habrá superado la etapa de máxima violencia, para dar paso a una sociedad de reglas, o debe continuar con la violencia de Estado hasta exterminar al enemigo y correr el riesgo de crear un sistema sumamente corrupto en el que la falta de reglas absolutas conduzca a cualquier resultado?

La respuesta a estas preguntas pasa por la elección colombiana del 30 de mayo: votar por un tipo que se bajó los pantalones y mostró su trasero a estudiantes iracundos siendo rector de la Universidad Nacional de Colombia y que sustituyó a los policías de tránsito por mimos siendo alcalde de Bogotá. Hoy Antanas Mockus encabeza las preferencias, aunque todavía le falta subir algunos puntos más para evitar la segunda vuelta.

México eligió en 2000 a un tipo contrario a todas las formas políticas, Vicente Fox, como presidente. En el Distrito Federal elegimos a otro político de formas distintas, Andrés López, de quien podemos recordar como eco una de sus frases más fuertes: "al diablo las instituciones". ¿Soportaríamos como presidente de la República a un ex rector que hubiera dejado de serlo por bajarse los pantalones como una forma de enfrentar la humillación de centenas de estudiantes que ya también habían humillado a sus predecesores?

La diferencia, me parece, está en el lenguaje oculto. Hoy día, y pese a haber votado por él, creo que el más alejado de las necesidades nacionales es Vicente Fox. Sí, en efecto, tenía un lenguaje transparente, franco, no se callaba nada, ni como candidato ni como presidente. Fue frívolo y a la vez fue auténtico. Al final de cuentas desaprovechó el momento como nadie en la historia de México, lo que para mí lo convierte en uno de los peores presidentes de la historia (Luís Echeverría será para mí el peor, pero dejo la explicación para ahora que festejemos su deceso). Romper con las formas políticas no sirvió de nada, llevó al péndulo hacia el extremo opuesto y como consecuencia forzó a Felipe Calderón a retomar las formas hasta un punto ridículo e inverosímil: es demasiado pequeño para ostentar las 5 estrellas de Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas.

Con Vicente Fox recibimos un mensaje contundente: no basta con romper con las formas políticas, sino con las instituciones. El Al diablo las instituciones tiene mucha razón de ser: esas instituciones privilegian prácticas monopólicas, a través de esas instituciones de fugaron miles de millones de dólares y en pocas semanas el dólar pasó de 10 a 15 pesos y ahora lo tenemos en 12 pesos porque ahora les conviene regresar las divisas emigradas, el ejército mata estudiantes, familias, inocentes, y con cobardía pasa de hablar de "fuego cruzado" a un hollywoodesco "daño colateral", la corrupción está en los niveles más altos y las instituciones no están sirviendo a la gente. Aún así ¿queremos mandar al diablo las instituciones? ¿o lo que queremos es transformarlas en tales que sirvan a toda la sociedad y no sólo a las cúpulas políticas y económicas? Andrés Manuel es Él (sic). Ha sido sistemáticamente mesiánico aún cuando ha tenido la razón en muchos temas, al final de cuentas en este país nadie había ayudado tanto al fortalecimiento de la derecha, a la división de la izquierda y a la polarización de la sociedad, como él.

¿Por qué puedo simpatizar con Antanas Mockus, anti formas políticas, y no con Vicente Fox o Andrés López? La esencia de Antanas Mockus es la legalidad, el respeto al marco legal y la búsqueda de soluciones a través de un nuevo marco legal emanado de la cultura. No rompió con las instituciones, las transformó. Sus resultados en Bogotá, en sus dos administraciones, fueron espectaculares: disminución de la violencia, disminución de las muertes por accidentes, reducción del consumo de agua potable, incremento en la recaudación vía impuestos impopulares (a la gasolina, por ejemplo) y un curioso sistema para lograr que la sociedad adoptara reglas comunes de convivencia aceptadas por todos (una mano indicando la aprobación o desaprobación de la acción de una persona). Mockus parte de que las reglas no se cumplen porque hay una aceptación social para quien las incumple, la transformación de una sociedad pasa por redefinir sus reglas y a partir de la cultura generar una aprobación generalizada del bien-hacer. Activa y educa a la sociedad.



Haya o no sido víctima de un complot, Andrés López hizo justo lo opuesto que Antanas Mockus: activó a la sociedad en torno a él, en vez de activar a la sociedad en torno a actitudes concretas y positivas. Andrés López no activó a la sociedad para buscar un cumplimiento de reglas o una mejora de las condiciones de vida, sino para acusar a terceros de un incumplimiento de reglas. Se fue por la ruta fácil de considerarse impoluto y acusar a todos los demás de las fallas. Vicente Fox fue muy bueno para activar a la gente en torno a su victoria, pero al final de cuentas convirtió a sus gobernados en un público paciente que observaba sus frivolidades, su insensatez y sus imprudencias, pero no lo activó.

Los ejemplos priístas son mucho peores. Alternan la frivolidad con formas institucionales exageradas, y al final de cuentas tienen como misión nulificar a la sociedad. Ellos son los principales culpables de males que aquejan a este país: la tolerancia a las riquezas malhabidas, la defensa de sus gobernadores, presidentes municipales y legisladores a pesar de que incurran en ilícitos evidentes, como es el caso de Mario Marín. Lo protegieron hasta el cansancio. El PRI tiene un know how de gobierno bastante poderoso, maneja medios, tolera la corrupción, oculta información y nulifica a la sociedad. En las formas políticas está la protección a los poderes fácticos que hay detrás del PRI.

La sociedad se decepciona de los partidos, es difícil estar dispuesto a decir uno con orgullo que pertenece a alguno. Cuando digo que soy panista -todavía- ya estoy pensando en las explicaciones que tendré que dar, pues me resulta frecuente el rechazo no sólo al PAN sino a cualquier otro partido. Los partidos han dejado de ser la esperanza de que fueran el vehículo de la transformación de un país. En todos lados los partidos están desgastados. La apuesta ciudadana que surge poco a poco en México y en otros países es ahora el discurso predominante de los políticos que generan expectativas. Ese fue el discurso de Barack Obama y ese es ahora el discurso de Antanas Mockus. La diferencia a favor de este último es que en Bogotá funcionó su estrategia.

Muchos ciudadanos no quieren participar porque los partidos no los representan, ni social, ni territorialmente. Muchas veces, el elector no se siente reflejado ni en los principios ni en las prácticas de su elegido. Antanas Mockus


Claro, ya hoy queda muy lejos el rector que se bajó los pantalones, el candidato que perdió los estribos en un debate con Enrique Peñalosa y se lió a golpes con varios de los que lo provocaban. Votar por alguien como Antanas Mockus es un riesgo sólo la primera vez, las siguientes el único temor es que pierda la fuerza o se canse. Mockus padece mal de parkinson, con lo cual pueden imaginarse una persona sumamente rígida y estricta consigo misma. El gobierno de Uribe habrá funcionado para debilitar las estructuras del terrorismo y el narcotráfico, pero el de Mockus tendrá un paso mucho más difícil: demostrar que la vía de la legalidad es superior a la de la Razón de Estado, y por tanto hacer que la paz sostenida a punta de ilegalidades, se transforme en una paz duradera para Colombia.

Mockus es la esperanza de muchos. Mockus es mucho más que el partido Verde que hoy lo postula. Los partidos no son el vehículo. Yo estoy pensando renunciar al mío. Creo en sus ideales y principios, pero ya no en sus dirigentes ni en sus métodos. El PAN es hoy una estructura cerrada en la que el control lo mantendrán los calderonistas, y cuando lo pierdan será a manos del otro grupo sin remedio, como quiera llamársele: neopanistas, yunquistas, foxistas, espinistas, etc. El PAN no es el vehículo, el PRI menos, el PRD tampoco. Mockus podría convertirse en un gran sueño latinoamericano: los ciudadanos al poder.

Mi honda sigue siendo el romanticismo político.