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jueves, 6 de mayo de 2010

Perder la noción del servicio público

Por José Alberto Márquez Salazar

Hubo un tiempo en que los niños querían ser policías, bomberos, secretarias, profesores, médicos; querían servir a la gente, ayudarles, contribuir con una mejor vida. Un servidor público era un orgullo para las personas, la familia y la misma comunidad. Hoy, una generación o dos o tres de políticos han llevado al traste la imagen del servicios público.

Suena contra el sentido común que los servidores públicos, luego de percibir un salario y los beneficios de las instituciones, se publiciten en los medios de comunicación y pretendan que los ciudadanos les aplaudan. Un ejemplo nos permite observar lo dicho: durante la transmisión de un partido profesional de fútbol, en el minuto setenta, faltando veinte para el final, el cronista (?) observó que había que agradecer a los jugadores que seguían corriendo y peleando el balón. ¡Los tipos son profesionales y reciben un salario mensual que una persona común no alcanzaría en décadas! Así, también escuchamos que a un cantante debemos agradecerle por sus diez años de trayectoria. Por supuesto que nadie pide agradecimientos para quien recoge la basura diario o corta los jardines de los parques, porque son “personajes menores”.

¿Debemos agradecerle a Enrique Peña Nieto que acuda a ver la situación de una población luego de las lluvias e inundaciones? ¿Qué le tenemos que festejar a Marcelo Ebrard por “instalar playas artificiales”? ¿Hay que levantar monumentos a Fernando Gómez Mont por respetar acuerdos en lo oscurito con otros partidos políticos?

El servicio público es un trabajo honorable que tiene como objetivo servir a los ciudadanos y a las instituciones. Al ser una relación contractual donde los servidores públicos perciben un salario, entonces la obligación se vuelve triple: por el deber público, por el respeto a las leyes y por el salario percibido.

¡No a la publicidad gubernamental –de todos los niveles- donde nuestros servidores públicos se publiciten! Esa debería ser la consigna para ir cambiando la imagen de ese servicio público. Porqué afirmo esto. Primero por lo antes expuesto y segundo porque el servidor público que aparece “informando” sobre los logros de su gobierno no lo hizo gratis, no lo hizo con su dinero y no lo hizo solamente él. Toda obra pública que se realiza tiene como base los recursos que los contribuyentes aportaron y tienen que ser ejercidos con eficiencia y eficacia en las acciones que sirvan a la comunidad, y todo esto es una responsabilidad y obligación que tienen los servidores públicos.

La “politización” de nuestra vida generó un caos donde nuestra deficiencia para entender conceptos y responsabilidades hace que la “clase política” (no veo otra forma de nombrarla aunque no se les vea mucha clase, Gaetano Mosca tiene la culpa) invada muchos otros segmentos que no son de su naturaleza institucional. Hay legisladores que no reforman o crean nuevas leyes, pero sí quieren intervenir en la modificación de los programas gubernamentales; hay legislativos, por ejemplo en el Distrito Federal, donde se inventan o aplican las ocurrencias personales creando una suerte de maraña normativa. Tenemos leyes de los derechos de las niños y los niños, de las y de los jóvenes, de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia del Distrito Federal, de los Derechos de las personas adultas mayores en el Distrito Federal, para las Personas con Discapacidad del Distrito Federal, etcétera. Es decir, diría Fukuyama: “La razón de que haya una inflación constante en el ámbito de los derechos es, precisamente, que todo el mundo desea elevar la prioridad relativa de ciertos intereses por encima de otros. Y con ello no quiero decir que la defensa de esos “derechos” sea adecuada o no. Lo que afirmo es que se garantizan derechos, por lo menos en el Distrito Federal de manera vertical y horizontal, por género, por condición social, económica y hasta política.

Resulta jocoso encontrar estás abrumadoras muestras de desconocimiento técnico legislativo: en el DF tenemos una ley para Prevenir la Violencia en los Espectáculos Deportivos en el Distrito Federal, como si los artículos o garantías expuestos no pudieran haberse incluido en la ley para la Celebración de Espectáculos Públicos. Hay más, tenemos leyes como estás: que establece el derecho a contar con una Beca para los Jóvenes residentes en el Distrito Federal, que estudien en los planteles de Educación Media Superior y Superior del Gobierno del Distrito Federal; que Establece el Derecho a Recibir un Apoyo Alimentario a las Madres Solas de Escasos Recursos Residentes en el Distrito Federal; que Establece el derecho a un Paquete de Útiles Escolares por Ciclo Escolar a todos los Alumnos Residentes en el Distrito Federal, inscritos en Escuelas Públicas del Distrito Federal, en los Niveles de Preescolar, Primaria y Secundaria. ¿No sería mejor que en la ley derechos de los niños y las niñas y en la de las jóvenes y los jóvenes se hubieran incluido éstas últimas?

La publicidad se ha convertido en el eje que limita la libertad y el ejercicio público. Por una parte, nuestros medios de comunicación, tanto los electrónicos como los impresos, depende de las ventas del producto para poder adquirir publicidad y sobrevivir y para ello no importa si lo que se dice es información o propaganda; por otra parte; los “servidores públicos” al carecer de una limitada y menguada legitimidad frente a los ciudadanos y electores tienen que “publicitar” sus “logros”. El servicio público nos e convierte en una carrera para la función pública, sino en una competencia de aceptación para mantener el puesto y escalar más posiciones.

La misma discusión “feminista” cae en estos excesivos riesgos. De acuerdo con algunas promotoras, es necesario que haya una equidad en los puestos públicos y en los cargos de elección popular: el cincuenta-cincuenta dicen. En la fórmula queda fuera la cuestión sobre la capacidad de quienes sean los servidores públicos. Si la burocracia es la organización eficiente (Weber, dixit), en México nuestra burocracia ya no lo será –desconozco si alguna vez lo ha sido-, nuestra burocracia será la equidad eficiente.

El problema no es quienes son o de dónde viene nuestros servidores públicos, si son más hombres o mujeres, si son homosexuales o no. La pregunta es ¿están preparados para el servicios públicos, lo han entendido o solamente quieren ocupar el puesto porque tiene ventajas económicas y políticas? El servicio público no es un espacio para ganar en el rankin político de popularidad. El servicio público es algo que tendremos que ir entendiendo lentamente.

Si nuestros jardines públicos están abandonados, si el canal del desagüe no ha recibido mantenimiento, si el transporte público avanza y retrocede, una buena parte de la culpa la tienen las encuestas y las oficinas de imagen que dominan la cabeza nuestros gobernantes. Por cierto, yo me voy a tomar unas fotos…para el facebook.

marquezdoyle@yahoo.com.mx

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