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jueves, 15 de julio de 2010

El proceso electoral de 2010

Por Alberto Márquez Salazar

El proceso electoral de este año en diversos Estados de la República estuvo marcado por cinco elementos significativos: a) La consolidación de alianzas o coaliciones electorales, b) La participación activa de las casas encuestadoras y de los resultados de sus sondeos, c) La recuperación de viejas prácticas electorales que ponen en entredicho algunas formas de la democracia que queremos construir, d) La judicialización de algunos procesos electorales en los cuales los candidatos fueron dejados fuera de la contienda por asuntos judiciales y e) La presencia de la delincuencia organizada, presionando o intimidando, para influir en el proceso.

Las alianzas o coaliciones fueron motivo de controversia y han sido declaradas como triunfadoras por algunos actores políticos. Cabe señalar que electoralmente ganaron en Estados significativos como Oaxaca, Puebla y Sinaloa y ahora veremos sus resultados políticos, es decir, en la construcción de gobiernos que consoliden el proceso electoral. Pocas de las alianzas o coaliciones partieron de una plataforma básica. En muchos de los casos tuvo que ver el candidato o personaje para formalizar la alianza. Candidatos que hace unos cien días peleaban la candidatura por otro partido político. La configuración del sistema se está transformando de tal manera que ahora los partidos por sí mismos no pueden ganar un proceso electoral. Como podemos ver en este proceso no hubo ningún partido político que por sí mismo ganara la elección de Gobernador.

Las encuestas pintaron mal la realidad. No son pocos quienes repiten la necesidad de construir una normatividad que ponga fin al uso de las encuestas, sondeos o estudios de opinión. Creo que estás, por fallas en sus procedimientos o por compromisos adquiridos, nos dieron, hasta antes de la elección, una imagen muy diferente a lo que vimos. Hubo procesos donde algunas casas daban más de veinte puntos de diferencia a favor del candidato A que a la postre perdió con una diferencia igual a la que le planteaba como ganador.

El viejo régimen persiste. No fue un proceso electoral limpio. Si los ciudadanos esperaban madures de los partidos, lo que vimos fueron guerras sucias, uso de recursos públicos, coacción e inducción del voto. Las viejas prácticas volvieron para garantizar a muchos actores el triunfo.

Las justicia participa. Definitivamente, como el caso de Quintana Roo, el proceso judicial en contra de uno candidato de los candidatos y la suspensión de sus garantías modificó radicalmente el proceso y los resultados. Si bien, un proceso judicial tiene sus propios métodos y tiempos, su intervención en el proceso electoral deja muchas dudas y creo que no garantiza gobernabilidad.

La sombra del narcotráfico. Hoy más que nunca, los procesos electorales y el sistema político, están cerca de que el poder de la delincuencia organizada los modifique. No es nuevo hablar de candidatos que son financiados por el narcotráfico, lo que ahora sorprende es que a la luz pública la delincuencia organizada ya participe intimidando o ejerciendo violencia contra los actores políticos. Un tema que urge resolver y limitar desde ya para consolidar nuestra democracia.

Finalmente, hay que observar que el sistema político mexicano se está modificando y creo que las sucesivas reformas no están respondiendo a la necesidad del mismo sistema y a las que los ciudadanos se plantean.

Los partidos políticos han sido cuestionados, pero como vemos ahora, éstos han sido desplazados por los intereses de las alianzas o de algunos personajes que no necesariamente vienen de un proceso ciudadano.

Desde diversos espacios, algunos actores del sistema estamos buscando abrir al sistema a las candidaturas ciudadanas y mucho se ha criticado el punto. Este proceso ha demostrado que desde fuera de los mismos partidos se han construido candidaturas que hacen ver a los partidos como meros instrumentos de grupos políticos.

Una plataforma política tiene las ideas, principios, proyectos y compromisos políticos que asume un partido. Éstas mismas vienen a ser una suerte de norma para los gobiernos emanados de los partidos políticos, pero cuando desaparecen no hay límite para que el candidato, gobernador, diputado o representante popular ejerza el poder indiscriminadamente.

El sistema parece estar modificándose para privilegiar a grupos y personajes y dejar de lado al sistema de partidos, pero no hay un indicio por dónde el ciudadano común vea representados sus intereses.

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